Sigues sin darte cuenta (Colombia)
sábado, septiembre 30, 2006
Y cuando hablo me duele. Y cuando veo me duele. Y cuando cayo me duele. Y yo que siempre al hablar de ti traté de ser honesto, ahora ve que mis descripciones eran maquillaje, que vas peor que siempre, que seguís siendo incertidumbre y tristeza.
Hablo de vos. De nosotros. De nuestros problemas que son tantos y tan graves que parece que todo no es suficiente. Y el asunto va más allá de nuestra situación de desorden público. El asunto es nuestra alma: desconfiada, sin inocencia. Ahora que te vi desde afuera, ahora que vuelvo a vivirte, ya no es la nostalgia sino asfixia el respirarte cada día.
Hablo de vos, de algunos que tratan y de tantos que sólo reciben puñaladas por la espalda. Que expresión tan colombiana: “puñalada por la espalda”, así es como nos relacionamos con los otros, esperando aprovechar el menor descuido, la mentalidad del oportunismo como maldición nacional. Esa es en gran parte nuestra identidad: la desconfianza.
Triste, Colombia. Al menos están mi familia, mis amigos, las historias que conozco esperándome en las esquinas. A pesar de todo, aunque mi hermana ya no está cerca porque tuvo que irse a trabajar como maestra un pueblo horrible ex guerrillero y ahora paramilitar y cocalero, aunque mi mamá ahora tuvo que volver a New York y casi ni pudimos hablar de tanto trabajo que tuvimos pegando clavos arreglando goteras instalando enchufes y ventiladores, empacando maletas, quemando recuerdos, haciendo mudanzas, buscando lugares y luego volviendo para dedicarme a la máquina absurda del trabajo, entendiendo a punta de soledad y tedio que mis mejores amigos se fueron a vivir a otro lado, Rubinho a Bogotá, también Mi Gordi, Valeria a Buenos Aires, Juanda al país de sus otros amigos en mi ciudad, César, no se… O quizá fui yo con mi mi soledad quién no quise buscarlos. Igual aquí están Caro C, Caro J, Juancho que vino de París por un tiempo, David, Pachito, Jose. Gracias, pibes.
. estadio azteca . de grande me volvió a pasar lo mismo .
Y reconozco en mí algo como una tristeza que crece, la puta náusea, y de nuevo estoy en mi patria y estar aquí es una felicidad y una tragedia personal y verdadera, es volver donde todo tiene nombre e historia, donde el sol cada día vuelve a servir de reloj, las putas horas, cuando antes era sólo luz y calor para tomar fotos e ir al mar, que tragedia reacostumbrarse a la vida y yo inventando métodos para que el golpe no sea tan duro, pensando en hacer camping en la oficina, en construir cometas los domingos, en perderme en barrios que no conozco y lo peor son mis preocupaciones de quedarme anclado viviendo en mis recuerdos, vivir en la nostalgia por la felicidad que viví.
Por eso ahora que llegué sólo pienso en irme, en escapar de mi país y de mí, de nuestras sinfonías agridulces.
. sobreviviendo al naufragio (sinfonía agridulce) .
======================
Esto lo escribí hace un mes ya. Y ahora estoy digamos bien. Sólo quería postearlo para no tenerlo más en mi mente.
======================
Hablo de vos. De nosotros. De nuestros problemas que son tantos y tan graves que parece que todo no es suficiente. Y el asunto va más allá de nuestra situación de desorden público. El asunto es nuestra alma: desconfiada, sin inocencia. Ahora que te vi desde afuera, ahora que vuelvo a vivirte, ya no es la nostalgia sino asfixia el respirarte cada día.
Y sí, hay gente que trata de buscarle la vuelta a la tuerca, de ser medianamente decente, de hacer hasta lo imposible por sanarte, de exorcizarte de la eterna pelea, porque seguís siendo incapaz de ponerte de acuerdo contigo misma o al menos incapaz de ponerte en un desacuerdo que permita avanzar hacia el mismo horizonte.
Hablo de vos, de algunos que tratan y de tantos que sólo reciben puñaladas por la espalda. Que expresión tan colombiana: “puñalada por la espalda”, así es como nos relacionamos con los otros, esperando aprovechar el menor descuido, la mentalidad del oportunismo como maldición nacional. Esa es en gran parte nuestra identidad: la desconfianza.
Triste, Colombia. Al menos están mi familia, mis amigos, las historias que conozco esperándome en las esquinas. A pesar de todo, aunque mi hermana ya no está cerca porque tuvo que irse a trabajar como maestra un pueblo horrible ex guerrillero y ahora paramilitar y cocalero, aunque mi mamá ahora tuvo que volver a New York y casi ni pudimos hablar de tanto trabajo que tuvimos pegando clavos arreglando goteras instalando enchufes y ventiladores, empacando maletas, quemando recuerdos, haciendo mudanzas, buscando lugares y luego volviendo para dedicarme a la máquina absurda del trabajo, entendiendo a punta de soledad y tedio que mis mejores amigos se fueron a vivir a otro lado, Rubinho a Bogotá, también Mi Gordi, Valeria a Buenos Aires, Juanda al país de sus otros amigos en mi ciudad, César, no se… O quizá fui yo con mi mi soledad quién no quise buscarlos. Igual aquí están Caro C, Caro J, Juancho que vino de París por un tiempo, David, Pachito, Jose. Gracias, pibes.
. estadio azteca . de grande me volvió a pasar lo mismo .
Y reconozco en mí algo como una tristeza que crece, la puta náusea, y de nuevo estoy en mi patria y estar aquí es una felicidad y una tragedia personal y verdadera, es volver donde todo tiene nombre e historia, donde el sol cada día vuelve a servir de reloj, las putas horas, cuando antes era sólo luz y calor para tomar fotos e ir al mar, que tragedia reacostumbrarse a la vida y yo inventando métodos para que el golpe no sea tan duro, pensando en hacer camping en la oficina, en construir cometas los domingos, en perderme en barrios que no conozco y lo peor son mis preocupaciones de quedarme anclado viviendo en mis recuerdos, vivir en la nostalgia por la felicidad que viví.
Por eso ahora que llegué sólo pienso en irme, en escapar de mi país y de mí, de nuestras sinfonías agridulces.
. sobreviviendo al naufragio (sinfonía agridulce) .
======================
Esto lo escribí hace un mes ya. Y ahora estoy digamos bien. Sólo quería postearlo para no tenerlo más en mi mente.
======================